martes, 29 de mayo de 2012

(Pensamientos caóticos: en la frontera)


…Estar en la frontera entre lo real y lo simbólico. Estar en lo imaginario. Ser imaginario. ..
Mis pensamientos al igual que mis acciones suelen ser caóticos, por utilizar un concepto que me es caro. Lo que hago y lo que digo se carga constantemente de profunda ambigüedad, de ambivalencia y de volatilidad; estas palabras tanto en su aspecto formal como en su contenido no hacen más que corroborar lo antes dicho. Representan además, mis actuales dificultades para definir, para exponer metas, fines y realidades en términos operacionales. Sin duda se trata de una problemática añeja, una herida que tiene mucho de accidente infantil, de cicatriz jamás borrada, de algún modo siempre presente, siempre actual. Las labores universitarias, más aún cuando estudias historia –es lo que opino- te trasladan una y otra vez a aquellas dimensiones donde has depositado las dudas fundamentales sobre tu existencia y sobre la existencia de todo lo que te rodea; te hacen caer una vez más sobre esa rodilla tan magullada por el ajetreo de antaño, te hacen recordar que la herida alguna vez existió y que dejó marcas.  Es por ello por lo que no puedo dejarlas ir, porque son estables y a la vez dinámicas, porque son tanto la fuente de mis sufrimientos cotidianos, como de mis más fructíferos pensamientos.
                Me atrevo a suponer y a conformarme con que aquella parte de la vida se caracteriza por ser caótica y no, sistemáticamente ordenada. Me convenzo de que las exigencias externas que claman por respuestas tajantes, responden a las sombras más oscuras, siempre titánicas de la racionalidad moderna, que impone orden jerárquico a todo, que a todos demanda eficiencia, que por “bueno” sólo se tiene a sí misma.
                Tomo un respiro y me tranquilizo. Prosigo mi mezcla mental, multicolor y multiforme; cavilaciones rebeldes y preocupaciones convencionales, pugnan por espacio en la habitación de paredes elásticas que las cobija y guarda. Después de todo no me he tranquilizado demasiado, pienso al rato. Un líquido viscoso y opaco se mueve por los intersticios de la habitación mental. Se introduce en sus recovecos secretos, lo que es luminoso lo vuelve oscuro. Todo lo trastorna y lo modifica. Por todos lados le llaman “miedo”. Pero es preciso no confundirse: el miedo oscurece y transforma, pero es también el causante de que las paredes elásticas cedan y se adapten; de que se mantengan activas y alertas, de que el caos siga siendo caótico. El líquido viscoso y opaco todo lo conecta, todo lo activa. No lo dejo escapar.
¡Hasta pronto! 
Carla.

domingo, 20 de mayo de 2012

(Oh racionalismo, una oda a tu grandeza)


Así como hay días maravillosos, inspiradores, que te hacen sentir en la cima del mundo, en posesión del control total sobre tu vida; hay otros, grises, horribles, que te hacen sentir insignificante, desprotegido, abandonado a las antojadizas decisiones de “quien sea que dirija este teatro”. Porque es en estos días en los que consideras muy seriamente –en realidad no podría ser de otra forma, pues en días así no hay disposición para pensar si no es en serio-, la posibilidad de que todo sea un chiste, o ¿Qué si estamos en una especie de reality show marciano y viven riéndose de nosotros?, ¿y si somos unas marionetas de los dioses griegos y se han indignado porque nos hemos bebido su vino?, ¿y si somos un experimento de alguna organización secreta creada por una raza superior?, ¿y si, en realidad existe ese ser al que los occidentales gustamos llamar “Dios”, y se ha indignado porque me paso los días contradiciendo sus órdenes?. Y entonces, tienes una revelación. Sorprendente, dolorosa, tragicómica, fatal: da exactamente lo mismo que o quien controle el teatro del mundo, por cualquier lado que lo mires tienes las de perder. Es que fuiste criado en la doctrina del racionalismo crítico, y sin darte cuenta, tu vida se ha convertido en la institucionalización de dicho dogma; te has comprometido tan férreamente con él que de pronto, habías destruido todo aquello que te rodeaba. Todo. Cada idea, cada teoría ajena, se destruía en mil miserables pedazos ante tu razonamiento avanzado. Y así, con los días, con la banalización de los devenires ajenos, te enemistaste con el director marciano del reality show, con los dioses griegos, con las razas superiores y con Dios. Y para colmo, llegas al lugar en el que te paras ahora, al fatídico destino que ya veías acercarse peligrosamente desde los primeros días de deconstrucción crítica: has llegado a la conclusión de que el propio racionalismo debe destruirse.
¡Es que era tan obvio!, que dogma mas inútil ese del racionalismo ¿no es verdad?, es que el único análisis que resiste es el que se hace desde sí mismo, y asi es muy fácil ¿no?, es como si un creyente analizase a Dios únicamente desde su palabra y partiendo del hecho de que existe, eso sin lugar a dudas por supuesto. ¿Y acaso tú, oh racionalista, has hecho algo diferente?, ¿qué es tan maravilloso de ese dogma al que te encadenas como un esclavo? , y bueno, es todavía más fatal, porque te das cuenta que en realidad ni siquiera se puede ser pragmático, porque la utilidad de la dicha doctrina es prácticamente nula. ¿Por qué nos quedamos allí entonces?, ¿porqué cuando nos enfrentamos a días como este volvemos al mismo análisis inútil y reduccionista que convierte todos tus problemas en una cosa de dos: inexistentes, o exclusivamente tu culpa?
Lo más horrible, miserable y patético de todo este asunto, es que aún cuando has abierto los ojos, cuando de pronto pareciese que Platón tenía razón y la verdad estaba ahí, ahí afuera, solita ella como una damisela en el bosque, como caperucita roja preparada para ser devorada por ti, el lobo (con ceguera). Se derrumba tu torre de cartas construida por esperanzas. ¡Esas esperanzas señores!, ¡son unas perras me han dicho!, juegan contigo, se revuelven las polleras al viento para llamar tu atención, te tientan con visiones de futuros idílicos, con paraísos soñados, y tú, oh pobre racionalista ahogado en tu mar de problemas inventados, les crees. Y cuando se derrumban, no porque tú te hayas negado a disfrutar de sus prometidos manjares, no, sino porque te vieron la cara, entonces, ves tú realidad en toda su estratosférica fatalidad: todo el tiempo, todo este tiempo, aún en este preciso instante, sigues siendo devoto de ese credo llamado racionalismo crítico.
Te ha carcomido las entrañas, se ha instalado como parásito en cada recoveco de tu mente, y poco a poco, sin darte cuenta, es sólo una sombra, una nube gigante, pesada e inalcanzable, que se cierne sobre ti, sobre tus amigos, sobre tu familia, y te hace considerar, con seriedad por supuesto, que es perfectamente posible y aceptable que existan los dioses griegos, las razas superiores, Dios…y ah, los reality shows marcianos.
Espera…esos si existen. Ah, pero el racionalismo lo explica, no se preocupen: lo que pasa, es que cuando la humanidad está deprimida, como lo estamos por estos días, busca vías alternativas para canalizar sus problemas, busca distracciones para olvidarse un rato de sus aflicciones, de allí los reality shows y otros tipos de basuras postmodernas. ¿Vieron?, el racionalismo le encuentra explicación a todo.
Y por eso nos preguntamos, otra vez racionalizando la cuestión, ¿Qué se supone que hagamos con eso?, ¿quién nos saca de la tragedia de un mal día?
Déjenme que lo analice unos días y les cuento.
*Puedo adelantar que todo hace presumir una respuesta ya insinuada aquí mismo: es altamente posible que todo esto sea un chiste. Amigo racionalista, escúchanos con atención: deshagámonos de todas nuestras porquerías y mudémonos al Caos, de lo contrario, terminaremos cuerdos. No queremos eso.

¡Hasta pronto!
 Carla.