Así como hay días maravillosos,
inspiradores, que te hacen sentir en la cima del mundo, en posesión del control
total sobre tu vida; hay otros, grises, horribles, que te hacen sentir
insignificante, desprotegido, abandonado a las antojadizas decisiones de “quien
sea que dirija este teatro”. Porque es en estos días en los que consideras muy
seriamente –en realidad no podría ser de otra forma, pues en días así no hay
disposición para pensar si no es en serio-, la posibilidad de que todo sea un
chiste, o ¿Qué si estamos en una especie de reality show marciano y viven
riéndose de nosotros?, ¿y si somos unas marionetas de los dioses griegos y se
han indignado porque nos hemos bebido su vino?, ¿y si somos un experimento de
alguna organización secreta creada por una raza superior?, ¿y si, en realidad
existe ese ser al que los occidentales gustamos llamar “Dios”, y se ha
indignado porque me paso los días contradiciendo sus órdenes?. Y entonces,
tienes una revelación. Sorprendente, dolorosa, tragicómica, fatal: da
exactamente lo mismo que o quien controle el teatro del mundo, por cualquier
lado que lo mires tienes las de perder. Es que fuiste criado en la doctrina del
racionalismo crítico, y sin darte cuenta, tu vida se ha convertido en la
institucionalización de dicho dogma; te has comprometido tan férreamente con él
que de pronto, habías destruido todo aquello que te rodeaba. Todo. Cada idea,
cada teoría ajena, se destruía en mil miserables pedazos ante tu razonamiento
avanzado. Y así, con los días, con la banalización de los devenires ajenos, te
enemistaste con el director marciano del reality show, con los dioses griegos,
con las razas superiores y con Dios. Y para colmo, llegas al lugar en el que te
paras ahora, al fatídico destino que ya veías acercarse peligrosamente desde
los primeros días de deconstrucción crítica: has llegado a la conclusión de que
el propio racionalismo debe destruirse.
¡Es que era tan obvio!, que dogma
mas inútil ese del racionalismo ¿no es verdad?, es que el único análisis que
resiste es el que se hace desde sí mismo, y asi es muy fácil ¿no?, es como si
un creyente analizase a Dios únicamente desde su palabra y partiendo del hecho
de que existe, eso sin lugar a dudas por supuesto. ¿Y acaso tú, oh
racionalista, has hecho algo diferente?, ¿qué es tan maravilloso de ese dogma
al que te encadenas como un esclavo? , y bueno, es todavía más fatal, porque te
das cuenta que en realidad ni siquiera se puede ser pragmático, porque la
utilidad de la dicha doctrina es prácticamente nula. ¿Por qué nos quedamos allí
entonces?, ¿porqué cuando nos enfrentamos a días como este volvemos al mismo
análisis inútil y reduccionista que convierte todos tus problemas en una cosa
de dos: inexistentes, o exclusivamente tu culpa?
Lo más horrible, miserable y
patético de todo este asunto, es que aún cuando has abierto los ojos, cuando de
pronto pareciese que Platón tenía razón y la verdad estaba ahí, ahí afuera,
solita ella como una damisela en el bosque, como caperucita roja preparada para
ser devorada por ti, el lobo (con ceguera). Se derrumba tu torre de cartas
construida por esperanzas. ¡Esas esperanzas señores!, ¡son unas perras me han
dicho!, juegan contigo, se revuelven las polleras al viento para llamar tu atención,
te tientan con visiones de futuros idílicos, con paraísos soñados, y tú, oh
pobre racionalista ahogado en tu mar de problemas inventados, les crees. Y
cuando se derrumban, no porque tú te hayas negado a disfrutar de sus prometidos
manjares, no, sino porque te vieron la cara, entonces, ves tú realidad en toda
su estratosférica fatalidad: todo el tiempo, todo este tiempo, aún en este
preciso instante, sigues siendo devoto de ese credo llamado racionalismo
crítico.
Te ha carcomido las entrañas, se ha
instalado como parásito en cada recoveco de tu mente, y poco a poco, sin darte
cuenta, es sólo una sombra, una nube gigante, pesada e inalcanzable, que se
cierne sobre ti, sobre tus amigos, sobre tu familia, y te hace considerar, con
seriedad por supuesto, que es perfectamente posible y aceptable que existan los
dioses griegos, las razas superiores, Dios…y ah, los reality shows marcianos.
Espera…esos si existen. Ah, pero el
racionalismo lo explica, no se preocupen: lo que pasa, es que cuando la
humanidad está deprimida, como lo estamos por estos días, busca vías
alternativas para canalizar sus problemas, busca distracciones para olvidarse
un rato de sus aflicciones, de allí los reality shows y otros tipos de basuras
postmodernas. ¿Vieron?, el racionalismo le encuentra explicación a todo.
Y por eso nos preguntamos, otra vez
racionalizando la cuestión, ¿Qué se supone que hagamos con eso?, ¿quién nos
saca de la tragedia de un mal día?
Déjenme que lo analice unos días y
les cuento.
*Puedo adelantar que todo hace presumir una respuesta ya
insinuada aquí mismo: es altamente posible que todo esto sea un chiste. Amigo
racionalista, escúchanos con atención: deshagámonos de todas nuestras
porquerías y mudémonos al Caos, de lo contrario, terminaremos cuerdos. No
queremos eso.
¡Hasta pronto!
Carla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario