domingo, 18 de marzo de 2012

(Lo que no nos gustaría saber)

Usualmente nos sentimos mal por no saber algo o por saberlo mal. No es raro andar pasando vergüenza por la vida debido a la ignorancia, aunque lo mejor es no estresarse por eso porque cuando descubres que no sabes algo y tratas de aprenderlo, lo aprendido te lleva a otra cosa que no sabes y la lista es infinita. No es que sea malo ser curioso, de hecho, la curiosidad debe ser una de nuestras cualidades más sanas. Sin embargo, si seguimos obsesivamente el camino del "saber", el saber reificado, maqueteado, absurdo e incomprensible; lo único que terminaremos sabiendo es como se siente la frustración, la angustia y el fatalismo. Y eso, es mejor no saberlo...tan bien.
Pero no hablaré aquí del “saber” como eruditamente se le concibe. Sino del saber cotidiano, de eso que aunque no deseemos conocer, llega a formar parte de nuestro universo mental. Hablaremos de aquel conocimiento o información que para no saberla, es requerido vivir en otro país, o a veces, en otro planeta. Es que se instala como parásito en nuestras conciencias, y mientras más resistencia oponemos, mayor es el caudal de basura recibido. Lo peor es que somos conscientes de cuanto espacio y tiempo utiliza, pero hasta el momento, hemos fallado en el intento de bloqueo. Pero, salgámonos del abstracto y pongamos en claro a qué nos referimos cuando hablamos de conocimiento parasitario.
Una vez leí un capítulo de un libro que versaba: “Lo que no habría que saber”, en aquel momento, ¡oh vibrantes días de adolescencia en los que todo parecía más brillante y revelador!, mi interés fue inmediato.  El apartado se refería a todo aquello que es recomendable olvidar cuando se trata de “parecer inteligente” dentro de los círculos intelectuales, por lo que, no era sólo acerca de no dejar pasar cierto tipo de información indeseada, sino también, acerca de aprender a fingir que dicha información no está a nuestro nivel y por tanto no la dejamos pasar –aún cuando si lo hagamos-. Por supuesto, el autor lo decía todo en tono irónico, siempre consciente de la atroz paradoja de la que somos víctimas y creadores.
En fin, lo que allí se indicaba, es bastante parecido a lo que ahora diremos. Más bien, era de la misma naturaleza. Nos referimos a: televisión, reality shows, farándula, series, películas taquilleras, vidas de famosos, videos de moda en youtube, lectura ligera (novelas románticas, sagas para adolescentes, libros para mujeres del tipo “Por qué los hombres aman a las cabronas”, entre otros), la canción de moda, la estrella pop del momento... la lista podría seguir. 
Pero ¿por qué no queremos saber aquellas cosas?, o más bien, ¿por qué es preferible fingir o parecer que no las sabemos?. Una respuesta posible es que, lo que sabemos puede ser tremendamente revelador -y estamos conscientes de ello, por eso tanto cuidado-. Porque el uso y la costumbre dice que lo que sabemos es síntoma de lo que nos interesa, y es reflejo de la forma en la que usamos el tiempo. ¿Significa eso que si sé a qué hora dan los programas juveniles en la TV nacional y, peor aún, si sé sus nombres, soy estúpido? Ssno!...
El punto es que nos damos cuenta que no importa mucho lo que realmente significa, sino la manera en que es traducido por los otros. Así, el saber tararear bad romance de Lady Gaga, puede ser revelador de un gusto musical despreciable y de un intelecto poco desarrollado en un círculo específico. De la misma manera, no saber si Lady Gaga es un comestible, un satélite o una película, puede ser indicio de antipatía, ñoñería o estupidez en otro círculo. También debemos mencionar un tercer caso posible -de muchos otros-, y ese es cuando sabes bien quién es Lady Gaga y hasta conoces su canciones más populares, pero ¡oh no!, no es que te guste Lady Gaga per se, ¡para nada!, lo que sucede, es que la conoces para efectos académicos, es una manera de...examinar antropológicamente la sociedad y cultura posmoderna, por decirlo así. 
Por lo que, de acuerdo a lo señalado, todo se reduce, por lo menos en lo social, a tus expectativas. ¿A quien quieres agradar?, ¿de qué deseas ser parte?...
Independiente de la elección que hayas hecho, lo importante es que todo este embrollo es sintomático: Tenemos miedo a parecer poco inteligentes -por hacer uso coloquial del concepto- pero ¿tenemos miedo a ser poco inteligentes?. No os preocupeís viajeros, por el miedo se parte...
Carla.
 

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