…Estar en la
frontera entre lo real y lo simbólico. Estar en lo imaginario. Ser imaginario. ..
Mis
pensamientos al igual que mis acciones suelen ser caóticos, por utilizar un
concepto que me es caro. Lo que hago y lo que digo se carga constantemente de
profunda ambigüedad, de ambivalencia y de volatilidad; estas palabras tanto en
su aspecto formal como en su contenido no hacen más que corroborar lo antes
dicho. Representan además, mis actuales dificultades para definir, para exponer
metas, fines y realidades en términos operacionales. Sin duda se trata de una problemática
añeja, una herida que tiene mucho de accidente infantil, de cicatriz jamás
borrada, de algún modo siempre presente, siempre actual. Las labores
universitarias, más aún cuando estudias historia –es lo que opino- te trasladan
una y otra vez a aquellas dimensiones donde has depositado las dudas
fundamentales sobre tu existencia y sobre la existencia de todo lo que te
rodea; te hacen caer una vez más sobre esa rodilla tan magullada por el ajetreo
de antaño, te hacen recordar que la herida alguna vez existió y que dejó
marcas. Es por ello por lo que no puedo dejarlas
ir, porque son estables y a la vez dinámicas, porque son tanto la fuente de
mis sufrimientos cotidianos, como de mis más fructíferos pensamientos.
Me atrevo a suponer y a
conformarme con que aquella parte de la vida se caracteriza por ser caótica y
no, sistemáticamente ordenada. Me convenzo de que las exigencias externas que
claman por respuestas tajantes, responden a las sombras más oscuras, siempre
titánicas de la racionalidad moderna, que impone orden jerárquico a todo, que a
todos demanda eficiencia, que por “bueno” sólo se tiene a sí misma.
Tomo un respiro y me
tranquilizo. Prosigo mi mezcla mental, multicolor y multiforme; cavilaciones rebeldes
y preocupaciones convencionales, pugnan por espacio en la habitación de paredes
elásticas que las cobija y guarda. Después
de todo no me he tranquilizado demasiado, pienso al rato. Un líquido viscoso
y opaco se mueve por los intersticios de la habitación mental. Se introduce en
sus recovecos secretos, lo que es luminoso lo vuelve oscuro. Todo lo trastorna
y lo modifica. Por todos lados le llaman “miedo”. Pero es preciso no
confundirse: el miedo oscurece y transforma, pero es también el causante de que
las paredes elásticas cedan y se adapten; de que se mantengan activas y
alertas, de que el caos siga siendo caótico. El líquido viscoso y opaco todo lo
conecta, todo lo activa. No lo dejo escapar.
¡Hasta pronto!
Carla.
genial como siempre
ResponderEliminarGracias Marcelo!
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