jueves, 16 de agosto de 2012

(Como hablarle a un hombre)

Lo sé, lo sé, el título sugiere múltiples interpretaciones. A mi gusto la mayoría de ellas poco favorecedoras para los imaginarios propósitos de nuestro universo; sin embargo, he decidido utilizarlo porque la reflexión que intentaré hacer aquí proviene de un texto que lleva el mismo título. Se trata de un artículo sobre salud, específicamente investigaciones sobre las diferencias entre los cerebros masculino y femenino, y como esto influye en las formas que ambos sexos tienen de asimilar, interpretar, recordar y comunicar la información. Se trata de un texto bastante interesante, pese a que a medida que leía me distanciaba más de la sensación de estarme informando, como sea no quisiera centrarme en lo que allí se dice pues pueden visitar la susodicha web por ustedes mismos en el siguiente enlace:http://www.prevention.com/term/how-talk-man. (Lamento que esté en inglés pero esta gente realmente produce muchísima info interesante/basura/curiosa. Si tienen interés en el contenido y el traductor les arroja un texto en troglodita-cromagnon entonces pueden pedirme una traducción). 
En fin, dentro de todo encontré bastantes ideas de esas que "siempre has sabido" pero que necesitas escuchar o leer para tomar consciencia de ellas (esto no necesariamente implica reconocerlas como verdaderas): No es que el hombre no escuche lo que estás diciendo, es que mientras más lo bombardeas con información menos atención te prestará; no es que no le interese nada, es que seguramente está pendiente de algo más es inútil tratar de competir con todas las distracciones; si necesitas ayuda o quieres algo sólo pídelo no esperes que adivine. Si estás a punto de decir algo importante más vale que lo dejes claro desde el principio de ese modo te asegurarás que el mensaje sea considerado como esperas (las razones biológicas para este y todos los otros puntos están en el artículo, no esperen que las recuerde de memoria, soy mujer no robot), los hombres no son tan buenos como las mujeres a la hora de identificar las emociones del otro a través de los gestos, por lo que no esperes que sepa espontáneamente que de pronto se te antoja un chocolate (lo sé, ejemplo estúpido); ligado a lo anterior: procura decir directamente las intenciones de tus palabras no juegues a las adivinanzas, además de seguro hasta a ti te resulta imposible seguir el rastro a tus laberínticos pensamientos. Por lo mismo, si tienes un objetivo/punto que te motiva a hablar ¡dilo!. Finalmente -y esto es clave- ten paciencia: sintonizar dos cerebros así de alienígenas ha de ser todo un reto. 

    Como sea, creo que han comprendido más o menos de que va todo el asunto, la verdad es que me ha dado pereza comentarlo completo. Lo importante, creo yo, es no sólo ser conscientes -dentro de lo posible- de aquellos datillos bastante relevantes a la hora de comunicarse con "el otro" (entiéndase con lo masculino) sino también ser capaces de aceptar que somos irreductibles a normas. Sin duda habrán chorrocientostrillones de estudios que nos expliquen lo diferentes que somos cerebralmente y que -no se si lo comparten- pero coinciden en dejar al hombre como una morsa en apareamiento y a la mujer como un ser-no-identificado-potencialmente-destructor. Con esta exageración quiero decir que coinciden en asignarnos "tipos ideales" que no necesariamente se manifiestan así de claro. ¿Por qué no abundan los artículos sobre "como hablarle a una mujer"? sin duda debe haberlos pero yo no los he visto...como sea, para la mayoría ha de resultar obvio que instrucciones de ese estilo no darán resultados porque cada mujer es un mundo, pero con los hombres es la misma cosa. En términos generales todo lo antes dicho tiene muchísimo sentido pero en la particularidad cotidiana se nos caen minuto a minuto los esquemas...por lo demás, es bastante fácil ponerse a recordar momentos en los que hombre-morsa y mujer-alien actuaron como tal, pero la clave está en que lo hacemos desde la comodidad de quien mira una película en la butaca del cine y no desde las dificultades de quien está aquí-ahora frente al problema. En esos momentos sólo una norma se aplica infaliblemente:  un eterno ENSAYO  Y ERROR. 



Arrivederci!, Carla. 



*La foto es de la película Reality Bites (por ahí dicen que es mala, pero cuando la vimos con Rocío -que seguro no se acuerda- en noche femenina de películas xD nos pareció aceptable. Relativo como todo ¿no?)


sábado, 11 de agosto de 2012

(¿Qué podemos esperar? / ¿Qué queremos?)


Foto tomada en el cerro Ñielol, Tco.
"¿Qué planes tienes para el futuro?" Es una pregunta que acabo de leer en uno de los muchos -y a veces inspiradores- blogs que sigo. Es una pregunta común, cliché de hecho. Pero aún así parece angustiarnos a todos por igual, en todos los idiomas, en todos los climas, bajo todos los colores del mundo.  Y, en un momento no digno de grandes pensadores, trato de reflexionar en primer lugar que significa la frase por sí misma, lucho contra mi tendencia –propia de la educación que he recibido- a descomponerla en partes, a analizarla desintegrando el todo y haciéndole perder el sentido en un proceso digno del ser mas obtuso. La resistencia se impone. ¿Qué planes tienes para el futuro? …Por más que lo intento no le hallo el sentido. Francamente, ¿a quién le importa el futuro?, más aún, ¿a quién le importa el futuro en planes? Porque finalmente esa parece ser la única variante de futuro que obtenemos: los planes. De pronto me siento asquerosamente presionada a inventar una respuesta. Pero no la tengo. Siempre lo he sabido, y eso es tan maravilloso como trágico porque son muy pocas las cosas que realmente sé. Sé que no puedo responder a una pregunta de ese tipo porque al hacerlo estaría borrando las múltiples ramas invisibles del árbol de mi vida. Me estaría decidiendo por una y no podría evitar desesperar al perder las otras, no podría dejarlas partir porque no me parece justo, porque siempre han estado conmigo porque las necesito así, allí, siempre desplegadas, parcialmente iluminadas anunciándome que existen como opciones, pero más aún como salidas.  Cuando me inclino por una de esas vías milagrosas sé que me embarco en un juego de avance y retorno, tarde o temprano la pregunta maldita u otra del mismo calibre se presentara en mi ventana, en mi mesa, en mi cama y no me dejara mirar, comer o dormir. Lucharé contra ella un tiempo, trataré de ser condescendiente, buscaré culpables. No los hallaré. Entonces me indigno contra el mundo, luego veo que eso no me está ayudando en nada. Le pido disculpas. Nos reímos un rato, la verdad es que nos queremos bastante pero odiamos reconocerlo; nos miramos, nos sentimos, no quiero apartarme de las sensaciones vivas, no quiero apartarme de las sensaciones libres, no quiero apartarme de las sensaciones…Pero tengo que responderle. Es él quien me lo exige, es una fuerza invisible pero a la vez perfectamente identificable: es un momento y un lugar. Uno más de tantos que han existido. Algunos han visto sus caminos ensombrecidos por otros monstruos que ni siquiera podría imaginarme abatiendo, y han salido del embrollo. Muertos, por supuesto, no hay que engañarse si así es como salimos todos. ¿De qué otra forma si no? Entonces me siento tentada de abalanzarme en un ataque de ira contra ese momento y ese lugar que me constriñe, pero no logro hacerlo porque me conduciría irrevocablemente a una lucha contra mi propia existencia. Si no quiero el momento ni el lugar estoy en toda libertad de dejarlos. Ese es el juego. ¿Cuándo me preguntaron si estaba dispuesta a jugarlo? Me subieron al tren sin siquiera pensarlo, la cadena de hechos posteriores no estaba determinada, claro que no, pero el color de fondo siempre fue uno y yo no lo elegí. Lo peor es que odio las relaciones asimétricas. Odio las relaciones…porque son asimétricas. Estoy en una encrucijada, ya lo he visto, pero no puedo sino divagar por la hoja regocijándome en las libertades que la nada me provee, es inevitable desear plagar sus inmaculados rincones, es una tendencia inevitable a querer dejar huella…a desear convertirse en algo más que el ser actual, a añorar ser también, además de presente, futuro.
Desespero nuevamente. Me rehúso a aceptar la posibilidad de un instinto natural de ese tipo. De una inclinación animalesca, casi bestial a marcar territorios que por lo demás estoy segura no me pertenecen. ¿Planes? No sé qué significa eso, seguro lo hemos inventado en algún momento reciente de nuestro retorcido avanzar hacia el suicidio del “ser humanos”, no quiero pensar en esos términos, no quiero cumplir con metas porque las metas me obligan a tomar caminos estrictos y a cortar arbitraria e indisolublemente las ramas de mi querido árbol. Las metas son expectativas, fines a los que por alguna misteriosa razón que debe  esclarecerse y exponerse al mundo de manera que éste la apruebe, se pretende llegar por un camino racionalmente definido: planificado. La planificación implica una definición de pasos a realizar, la elección de determinadas estrategias y técnicas para conseguir el "fin" del modo más rápido, efectivo y seguro para uno mismo. Pero no es tan fácil. Las metas suelen estar en disputa, el espectro de metas apetecidas por los humanos es pequeño por lo que es preciso elaborar cada vez estrategias más finas y sofisticadas con el objetivo de acaparar el fin antes que los contendores. La vida se vuelve competencia. Los árboles se talan. Vivimos en cajas. Deseamos ampliarlas cada vez más, mejorar las comodidades, quizá una mejor vista, una mejor ubicación...Las paredes siguen siendo cuatro. Haz alcanzado la meta. Miras a tu alrededor. Paredes. 1,2,3,4. Añoras algo pero no sabes lo que es. Imaginas una nueva posibilidad hacia el futuro, una nueva adquisición para tu caja, algún ornamento quizá...no te decides, pero ya debes aprestarte a trazar tu camino o se te agotará el tiempo. 
Despierto sobresaltada de la horrible pesadilla. No quiero estar en la caja. No quiero. NO QUIERO. No deseo paredes sino ramas. Entrelazadas, múltiples, infinitas, vivas. Me aferro a ellas y reconozco una sentencia simple pero crucial: no quiero competir. No quiero tener que ganar o derrotar a alguien. No deseo que alguien busque derrotarme. Me aflijo ante la sola idea de tener que demostrar algo a otros. ¿Por qué iba a demostrar nada? para empezar, ya admití que no sé mucho...demostrar implica, pienso, grados de seguridad estratosféricos. Implica someterse a juicio, implica legitimar el juicio de otro con el solo acto de acceder a dicho escrutinio. Implica amputarnos las posibilidades, encerrarnos a voluntad en la caja. La pregunta "¿qué planes tienes para el futuro?" parece cada vez más estúpida. Honestamente, ¿de qué sirve que me pregunten eso si la respuesta esta prefabricada?. La pregunta no es pregunta, no implica un "¿qué quieres?"...por lo pronto sería recomendable dejar de preguntarnos "¿qué podemos esperar?". Porque eso lleva subrepticiamente inscrita otra idea, una terrible: esperar de...¿de quién?
¿Qué podemos esperar? | ¿Qué queremos? 
Me parece dicotómico ahora. ¿Por qué?. Porque esperar se proyecta al futuro. Esperar se abraza estrechamente a la planificación, a la proyección de algo que deja de ser posibilidad y se disfraza de deseo, o peor aún, de necesidad; allí es cuando nos aniquila. Por otro lado ¿qué queremos?...no tenemos porque querer en futuro. De hecho, es mucho más bello un "quiero" que un "quisiera".  Es más bello porque existe, vive, porque se ríe del futuro con la luminosidad que solo posee el ahora y que el mañana le envidia entre esperas opacas. 

Carla. 

martes, 29 de mayo de 2012

(Pensamientos caóticos: en la frontera)


…Estar en la frontera entre lo real y lo simbólico. Estar en lo imaginario. Ser imaginario. ..
Mis pensamientos al igual que mis acciones suelen ser caóticos, por utilizar un concepto que me es caro. Lo que hago y lo que digo se carga constantemente de profunda ambigüedad, de ambivalencia y de volatilidad; estas palabras tanto en su aspecto formal como en su contenido no hacen más que corroborar lo antes dicho. Representan además, mis actuales dificultades para definir, para exponer metas, fines y realidades en términos operacionales. Sin duda se trata de una problemática añeja, una herida que tiene mucho de accidente infantil, de cicatriz jamás borrada, de algún modo siempre presente, siempre actual. Las labores universitarias, más aún cuando estudias historia –es lo que opino- te trasladan una y otra vez a aquellas dimensiones donde has depositado las dudas fundamentales sobre tu existencia y sobre la existencia de todo lo que te rodea; te hacen caer una vez más sobre esa rodilla tan magullada por el ajetreo de antaño, te hacen recordar que la herida alguna vez existió y que dejó marcas.  Es por ello por lo que no puedo dejarlas ir, porque son estables y a la vez dinámicas, porque son tanto la fuente de mis sufrimientos cotidianos, como de mis más fructíferos pensamientos.
                Me atrevo a suponer y a conformarme con que aquella parte de la vida se caracteriza por ser caótica y no, sistemáticamente ordenada. Me convenzo de que las exigencias externas que claman por respuestas tajantes, responden a las sombras más oscuras, siempre titánicas de la racionalidad moderna, que impone orden jerárquico a todo, que a todos demanda eficiencia, que por “bueno” sólo se tiene a sí misma.
                Tomo un respiro y me tranquilizo. Prosigo mi mezcla mental, multicolor y multiforme; cavilaciones rebeldes y preocupaciones convencionales, pugnan por espacio en la habitación de paredes elásticas que las cobija y guarda. Después de todo no me he tranquilizado demasiado, pienso al rato. Un líquido viscoso y opaco se mueve por los intersticios de la habitación mental. Se introduce en sus recovecos secretos, lo que es luminoso lo vuelve oscuro. Todo lo trastorna y lo modifica. Por todos lados le llaman “miedo”. Pero es preciso no confundirse: el miedo oscurece y transforma, pero es también el causante de que las paredes elásticas cedan y se adapten; de que se mantengan activas y alertas, de que el caos siga siendo caótico. El líquido viscoso y opaco todo lo conecta, todo lo activa. No lo dejo escapar.
¡Hasta pronto! 
Carla.

domingo, 20 de mayo de 2012

(Oh racionalismo, una oda a tu grandeza)


Así como hay días maravillosos, inspiradores, que te hacen sentir en la cima del mundo, en posesión del control total sobre tu vida; hay otros, grises, horribles, que te hacen sentir insignificante, desprotegido, abandonado a las antojadizas decisiones de “quien sea que dirija este teatro”. Porque es en estos días en los que consideras muy seriamente –en realidad no podría ser de otra forma, pues en días así no hay disposición para pensar si no es en serio-, la posibilidad de que todo sea un chiste, o ¿Qué si estamos en una especie de reality show marciano y viven riéndose de nosotros?, ¿y si somos unas marionetas de los dioses griegos y se han indignado porque nos hemos bebido su vino?, ¿y si somos un experimento de alguna organización secreta creada por una raza superior?, ¿y si, en realidad existe ese ser al que los occidentales gustamos llamar “Dios”, y se ha indignado porque me paso los días contradiciendo sus órdenes?. Y entonces, tienes una revelación. Sorprendente, dolorosa, tragicómica, fatal: da exactamente lo mismo que o quien controle el teatro del mundo, por cualquier lado que lo mires tienes las de perder. Es que fuiste criado en la doctrina del racionalismo crítico, y sin darte cuenta, tu vida se ha convertido en la institucionalización de dicho dogma; te has comprometido tan férreamente con él que de pronto, habías destruido todo aquello que te rodeaba. Todo. Cada idea, cada teoría ajena, se destruía en mil miserables pedazos ante tu razonamiento avanzado. Y así, con los días, con la banalización de los devenires ajenos, te enemistaste con el director marciano del reality show, con los dioses griegos, con las razas superiores y con Dios. Y para colmo, llegas al lugar en el que te paras ahora, al fatídico destino que ya veías acercarse peligrosamente desde los primeros días de deconstrucción crítica: has llegado a la conclusión de que el propio racionalismo debe destruirse.
¡Es que era tan obvio!, que dogma mas inútil ese del racionalismo ¿no es verdad?, es que el único análisis que resiste es el que se hace desde sí mismo, y asi es muy fácil ¿no?, es como si un creyente analizase a Dios únicamente desde su palabra y partiendo del hecho de que existe, eso sin lugar a dudas por supuesto. ¿Y acaso tú, oh racionalista, has hecho algo diferente?, ¿qué es tan maravilloso de ese dogma al que te encadenas como un esclavo? , y bueno, es todavía más fatal, porque te das cuenta que en realidad ni siquiera se puede ser pragmático, porque la utilidad de la dicha doctrina es prácticamente nula. ¿Por qué nos quedamos allí entonces?, ¿porqué cuando nos enfrentamos a días como este volvemos al mismo análisis inútil y reduccionista que convierte todos tus problemas en una cosa de dos: inexistentes, o exclusivamente tu culpa?
Lo más horrible, miserable y patético de todo este asunto, es que aún cuando has abierto los ojos, cuando de pronto pareciese que Platón tenía razón y la verdad estaba ahí, ahí afuera, solita ella como una damisela en el bosque, como caperucita roja preparada para ser devorada por ti, el lobo (con ceguera). Se derrumba tu torre de cartas construida por esperanzas. ¡Esas esperanzas señores!, ¡son unas perras me han dicho!, juegan contigo, se revuelven las polleras al viento para llamar tu atención, te tientan con visiones de futuros idílicos, con paraísos soñados, y tú, oh pobre racionalista ahogado en tu mar de problemas inventados, les crees. Y cuando se derrumban, no porque tú te hayas negado a disfrutar de sus prometidos manjares, no, sino porque te vieron la cara, entonces, ves tú realidad en toda su estratosférica fatalidad: todo el tiempo, todo este tiempo, aún en este preciso instante, sigues siendo devoto de ese credo llamado racionalismo crítico.
Te ha carcomido las entrañas, se ha instalado como parásito en cada recoveco de tu mente, y poco a poco, sin darte cuenta, es sólo una sombra, una nube gigante, pesada e inalcanzable, que se cierne sobre ti, sobre tus amigos, sobre tu familia, y te hace considerar, con seriedad por supuesto, que es perfectamente posible y aceptable que existan los dioses griegos, las razas superiores, Dios…y ah, los reality shows marcianos.
Espera…esos si existen. Ah, pero el racionalismo lo explica, no se preocupen: lo que pasa, es que cuando la humanidad está deprimida, como lo estamos por estos días, busca vías alternativas para canalizar sus problemas, busca distracciones para olvidarse un rato de sus aflicciones, de allí los reality shows y otros tipos de basuras postmodernas. ¿Vieron?, el racionalismo le encuentra explicación a todo.
Y por eso nos preguntamos, otra vez racionalizando la cuestión, ¿Qué se supone que hagamos con eso?, ¿quién nos saca de la tragedia de un mal día?
Déjenme que lo analice unos días y les cuento.
*Puedo adelantar que todo hace presumir una respuesta ya insinuada aquí mismo: es altamente posible que todo esto sea un chiste. Amigo racionalista, escúchanos con atención: deshagámonos de todas nuestras porquerías y mudémonos al Caos, de lo contrario, terminaremos cuerdos. No queremos eso.

¡Hasta pronto!
 Carla. 

domingo, 22 de abril de 2012

(De banquetes, ocio, duelos y funerales)



Esta mañana, mientras estudiaba ascéticamente, como siempre, para mis próximos certámenes, me vi llevada, inconscientemente, a esos momentos de abstracción que aparecen justo cuando no son requeridos. De pronto, y en varias oportunidades, me encontré pensando, recordando e incluso hablando –con el aire o con el Caos- sobre asuntos que aparentemente, nada tenían que ver con los logógrafos jonios o con los humanistas italianos. Y, sin embargo, algo me decía que tenía absolutamente todo que ver con ello. 


Cuando estudias historia hoy, 2012, no es como lo fue cuando estudiabas en el colegio, donde historia era básicamente el anecdotario de unos cuantos héroes y pueblos, más el anecdotario variable del que dispusiese tu profesor. Estudiar historia hoy te lleva inevitable, constante, terriblemente a repensarlo todo. Porque la historia de hoy se cuestiona a sí misma, y con ello, es el mundo construido, el mundo conocido para nosotros, ese universo “occidentaloso” adquirido vía pedagogía estatal, el que se ve finalmente puesto en duda. Y no sólo eso, no se trata ya de “duda” como la mera posibilidad del error, sino de la casi certeza del error hasta hace tan poco sostenido como consigna verdadera. 


De pronto, mientras pasaba eternas páginas fotocopiadas, cada una con un subrayado amarillo fluorescente más exagerado que la anterior, revelaba nuevos mundos, descubría las capas ocultas detrás de la epidermis que toda la vida he conocido. El texto en sí no revela nada, sus palabras son potencialmente, tanto insípidas como trasformadoras. Somos nosotros los que hacemos la reacción. No sé que nos hace tomar los ingredientes allí dispuestos, clasificarlos, llevarlos al laboratorio mental que cada uno posee, y hacer de ellos, una sustancia reactiva. No. No se confunda, no pretendo resolver aquí tales dilemas, porque presumo que se tratan de procesos tan humanos como específicos. Mi laboratorio y el suyo, son distintos. Pero es porque tienen algo en común, por lo que podemos conversar de ellos. 


Entre experimentos, derrames de ingredientes, cacerolas rebalsadas y más y más subrayado, parte de mi mente repetía constantemente una molesta costumbre, recordar:-“Recuerda lo que decía en el párrafo tal, ¿qué significaba esto?, no sabes nada, harás un pésimo certamen si sigues así, te quedan diez horas para 180 páginas, lees 10 páginas en…” así continuaba la terrible vocecilla, cantando una condena, castigándome por mis desvíos, neutralizando mis potenciales. 


De vez en cuando, somos capaces de sobreponernos a los rígidos órdenes emanados del que se ubica por sobre nosotros en la organización vertical de la sociedad. Sólo de vez en cuando. Y generalmente lo pagamos muy caro, es decir, no en dinero. Sino en consecuencias sociales, siempre un tanto ético-morales. Pues, esta mañana me rehusé, muchas veces, demasiadas quizás, a respetar ese orden. No rechazaba la utilidad ni la motivación legítima detrás de su enunciación, pero me resistía a permitirle extender sus brazos sombríos a un territorio –mi laboratorio- que no es nada más que mío. No supe cómo, ni en qué momento, llegamos a un cómodo acuerdo, pero tan repentina como paulatinamente, el viaje a través de las hojas adquirió dos sentidos simultáneos. Por un lado, el declarado deseo de cumplir con la obligación impuesta: aprender la materia para el certamen, comprenderla dentro de lo posible. Y por el otro, se alzaba, glorioso y brillante, el correlato que desde el laboratorio se emitía: la reflexión, la relación, el acto último de comprensión. La asignación de sentido. 


No. No se equivoque, no he dicho que he descubierto los sentidos ocultos de la historia, ni mucho menos la técnica perfecta para un buen estudio. De hecho, que me halle aquí, en vez de en la página 30 de mi libro, que vocifera desesperadamente sus deseos de convertirse en la 100, prueba que no he descubierto tales cosas. Pero creo, y esto es puramente personal, que he hallado ideas más valiosas que esas. El estudio no es, o no debiese ser, el cumplimiento de lo impuesto por el profesor. No debiese ser la práctica autómata de pasar páginas, destacar aquí y allá, alcanzar un límite, descansar; escribirlo todo intentando combatir el filtro natural de la mente, para luego proceder a olvidarlo. El estudio puede ser muchísimo más que eso, puede ser incitador de memorias que creíamos perdidas, puede ser alimento de banquetes lujosos y gloriosos, puede ser la reflexión que da paz tras los funerales de un tiempo que no volverá a ser el mismo; puede ser ingrediente, reflejo, sustrato, de una síntesis más grandiosa. Puede decidir, de pronto, abrirle las puertas de su laboratorio, invitarle a entrar, y esperar que una vez en el mágico lugar, ambos, usted y él, sean otros distintos. 

¿Cómo es posible que crea y enuncie tal absurdo?, se preguntará tras haber leído y releído mi aparente verborrea. Pues, no sea iluso, no le responderé. Además, ¿cómo puedo explicar una realidad que es propia de lo que era antes de ingresar al laboratorio?, ¿cómo hallarle sentido a eso, cuando el sentido que conozco ahora es otro?, ¿cómo asegurarle que el prisma desde el cuál en este momento observo el mundo, es útil para observar mis ayeres? No puedo asegurarle nada. Tan sólo puedo limitarme a relatarle, con toda su relatividad, una experiencia particular.

Esta mañana he estado en un banquete: recuerdos pasados y vivencias presentes de comidas familiares, risas y festejos. Todo lo he visto de otra manera.

Me he regocijado en el ocio más puro: la permanencia eterna en la misma página 30, la observación profunda de todas las implicaciones que una palabra encierra; el largo viaje -con naufragio incluido-, hacia tierras escondidas entre las insignificantes líneas de una hoja, entre las rendijas diversas de mi cabeza. 

He estado de duelo: empapándome de las tristezas negadas, permitiéndome sufrir las pérdidas de un pasado postergado, desaparecido en el mar de la ignorancia voluntaria. He derramado las lágrimas tan necesarias, por la muerte de los ideales de antaño, la caída de los otrora ídolos inmortales, el fracaso de los proyectos alguna vez propuestos y de los afectos de una familia encontrada, erigida y demolida por el tiempo.

He estado en un funeral: el del mundo en el que estudiar era un trámite. El del viejo orden en que estar en la página 30 de un libro, de una vida, de un planeta era insignificante, insuficiente, desventajoso. He celebrado, con banquete, ocio y duelo, el ocaso de una forma de ver la vida; con mis propias manos he abierto las puertas del depósito en el que ha ido a parar: ese abismo infinito, lejano, intocable…eternamente vigente, al que van a dar, tarde o temprano, los minutos de un tiempo presente. 

*No se aflija, seguramente usted también inventará, por su cuenta, fórmulas que sólo tengan efecto en su propio laboratorio.


¡Hasta pronto!
Carla.

miércoles, 4 de abril de 2012

(Inspiraciones)

“No persigas a la antojadiza inspiración, ella nació insurrecta, salvaje, indómita. Se va cada cierto tiempo, para regresar arrepentida; en el camino se transforma, muta, te traiciona. Repite la rutina hasta que es despreciada, hasta que deja de ser bienvenida. Sólo entonces, llegas realmente a comprender sus idas y venidas”
Capítulo VI, “Filosofía para bipolares” por Viviana Odelot.

Es cierto: la inspiración es esencialmente insurrecta. Por más que intentamos seguir su paso acelerado y descubrir sus rutas secretas, jamás lo logramos. Es como si supiese que estamos sedientos de ella, que mientras más se aleja, más la añoramos y eso le fascina. Pero, ahora poniendo nuestros pies en Caos firme, podemos admitir que la inspiración como tal no existe. ¿Acaso alguno la ha definido?, ¿alguien ha descubierto la fórmula para obtenerla? …si, como ustedes probablemente estarán de acuerdo, resolvemos que nadie lo ha hecho, ¿Cómo se supone que persigamos algo indefinible, inabarcable, diverso?, ¿cómo se supone que “atrapemos” algo que no existe?



La inspiración somos nosotros.
Cuando escuchamos una canción que nos trae recuerdos, cuando observamos una imagen que refleja lo que sentimos, cuando leemos un libro que explica justamente lo que pensamos pero no sabemos decir; cuando escribimos una idea después de un día anormal, cuando llegamos a la casa con ganas de hacer algo (incluso nada) sin saber por qué…En esos momentos, somos la inspiración.
Esa cosa extraña, amorfa, indefinible, incomprensible, inexplicable, volátil, lunática, estúpida, única, nuestra, de nadie, de todos…esa chispa de vida no es otra cosa que la capacidad de ser y hacer, que cada uno de nosotros posee y usualmente olvida. ¿Y saben qué es lo mejor?, la inspiración no existe como tal, porque hay tantos tipos distintos como personas en el mundo…lo que no podemos atrapar, descifrar y aprehender, son dos cosas: las inspiraciones ajenas, aquello que nos gustaría ser capaces de hacer pero no lo somos. Y en segundo lugar, nosotros mismos.
Buscando en mi caótica cabecita, fui capaz de hallar algunas cosas que “inspiran a mi inspiración (capacidad de ser y hacer)”, esperando que ustedes también hagan la búsqueda y encuentren su propio Caos (o como quieran llamarle), les cuento algunas cosas que pillé en el mío (no se preocupen si no entienden, se supone que sea así):
1.- FRAMBUESAS
2.- MAD SEASON
3.- NO EXISTE EL ORDEN SALVO EL CAOS
4.- LA VIDA ES UN JUEGO…CUANDO SE MIRA DESDE LA MUERTE.
5.- LOS EXTRANJEROS
6.- UN HOBBIT
7.- CAÓTICA
8.- LOS MANDARINES
9. - COME AS YOU ARE
10. - QUIERO CREERTE
11.- EL CONCEPTO DE LA HISTORIA
12. – ROJO
13. – CHOCOLATE
14. – NO SÉ NADA, PERO PUEDO SABER ALGO.
15. – I KNOW SAINT PETER WON’T CALL MY NAME
16. – TODA LISTA ES INFINITA
17. - …

CARLA.

lunes, 26 de marzo de 2012

(El arte de no filosofar)


El no filósofo ha comprendido, no, ha advertido, por pura intuición, que pensar en aquellos problemas que el filósofo pasará su vida intentando resolver, le haría infeliz.  Ha visualizado, quizá muy prematuramente, que la ruta hacia ese tipo de conocimiento sería demasiado larga, cansadora y frustrante, por ello ha tomado las rutas aledañas. En síntesis, el no filósofo, en tanto que humano, ha filosofado que filosofar no es lo preferible para él. Con la gran diferencia de que su filosofía no aspira a nada, no pretende más que el uso práctico, es más, su filosofía es  inconsciente de sí misma y por ello, tal vez, le provee soluciones. Entiéndase bien esto último, he dicho, soluciones, no explicaciones ni fundamentos.

Carla. 

domingo, 25 de marzo de 2012

(Tiempo terrestre, tiempo caótico, tiempo mental)

       Como se habrán dado cuenta, el tiempo del Caos no es igual a la concepción que se tiene en la Tierra, eso explicará suficientemente por qué a veces dejamos de escribir. En fin...Un momento, ¿qué era lo que iba a escribir?, ah sí claro, esperaba que para este instante, digamos, cuando llevara unas 3 líneas, tendría un tema más o menos definido del qué hablar. Sin embargo, como generalmente ocurre con las esperanzas -como me he encargado de señalar en otro post- he sido traicionada. 
   Se preguntarán entonces, ¿para qué escribo si no tengo un propósito, si no hay un fin?, o aún más, ¿he transformado esto en una obligación?. Pues, (mientras tanto se mueven los engranajes de mi mente, se escucha el sutil impacto de las ideas encontradas), la mejor manera de comprender este sin sentido, es con un cuento que he hallado en un recóndito rincón del Caos. Sus autores no han sido identificados, pero consideramos que es bastante decidor.

"Los caóticos -así nos llamamos los habitantes de este universo-, periódicamente abandonamos nuestras respectivas mansiones para visitar uno de los múltiples universos aledaños: Tierra. Desde los primeros días en aquel lugar -particularmente intrigante, debemos decir. Imagínense que en una de las regiones visitadas existía un hombre, "presidente", se hacía llamar, encargado de dirigirla. ¡Y todos los habitantes lo dejaban!-, pudimos advertir varias costumbres ajenas a las nuestras. 
Una de ellas, en la que me concentraré esta vez, era la necesidad de la existencia de un propósito, de un fin -muy "Aristotélica", dicen que era-, estaba tan instalada en las consciencias de todos, que no parecían ser capaces de concebir actividad alguna sin ella. Era como si  todo lo que se hiciera, debiese llevar consigo una declaración de principios, una ficha técnica que indicara (un momento, me informan que está temblando en Tierra...no se preocupen ya se detuvo. Creo que en ese Universo es muy usual que el suelo se mueva de vez en cuando, al parecer su planeta no los tiene en alta estima) como decía, es como si se necesitase una ficha técnica que indique no sólo qué mueve a cada persona a emprender tal o cual acción, sino además, que espera lograr con ella. Porque, me explicaba un terrícola en una de mis visitas: "¡no podemos utilizar así como así el patrimonio más sagrado de la humanidad!, ¡no podemos hacer usufructo de tal bien sin que se espere un beneficio potencial!"...
Más tarde supe, queridos viajeros, que esa persona hablaba del tiempo. Sí, después de todo, a pesar de que se declare otra cosa, lo que realmente parece importar a nuestro universo vecino, es que se ha gastado tiempo (Sorprendentemente allí el tiempo ha dejado de pertenecer al ser humano, actualmente es considerado un recurso). Por lo tanto, los terrícolas  disponen de tiempo en cantidades limitadas, a diferencia de los caóticos, acostumbrados a la inexistencia tanto de unidades temporales repetitivas  como de artefactos que las midan. "Qué extraño", pensé al principio, aunque luego estaba tan ocupada que no pude seguir pensando. Sin embargo, también alcancé a atesorar otros testimonios antes de que me arrancasen la capacidad de familiarizarme con mis propias ideas. Por ejemplo, advertí que muy ligado a las particularidades del tiempo terrícola, está el "sentido de la obligación", distinguible del "sentido del deber", que pertenece a una dimensión más ética de la experiencia. El sentido de la obligación, en Tierra, tiene que ver con  actividades, acciones e incluso pensamientos considerados imprescindibles para el desarrollo normal del Universo. Tales como: tener "sentido común" (lamento no poder explicar esta idea debido a que en Caos no tenemos nada parecido a eso), repetir cíclicamente una serie organizada de movimientos (despertarse a una hora del día por aproximadamente 6 días terrícolas y descansar el séptimo, de no haber inconvenientes; comer unas 3 veces, aunque aquello está sujeto a la eventual aparición de asuntos más relevantes como lo es entregar un informe o reporte de lo que se haya producido en la jornada. Formar cadenas de personas para acceder a bienes y servicios, lo que implica que el orden para recibir el bien o servicio esperado, está dado por el "orden de llegada" y no por la necesidad o urgencia, etc.)Hay muchísimas actividades que forman parte de las obligaciones de nuestros vecinos, por lo que no sería posible explicarlas aquí, además, temo que nuestra comprensión con respecto a estos asuntos es muy limitada, tanto más cuanto los terrícolas son muy reacios a hablar de sus prácticas e incluso algunos parecen ignorar aquello que los define. De hecho, tras sólo dos semanas -medidas en tiempo terrícola-, me vi obligada a abortar la misión, pues, pese a que cada día aparecían nuevos comportamientos dignos de ser analizados, las estrictas normas de Tierra me impidieron tomar  más notas o captar testimonios para poder presentarles y además, poco a poco hizo aparición un nuevo y aterrador sentimiento al que los terrícolas se refieren como "culpa". Puedo decir, que de entre todas, la culpa es una de las cosas más terribles que un humano debe soportar en aquel universo, puesto que impide una ruptura -a elección- de la norma, a través de la amenaza de horrorosas consecuencias futuras para el delincuente, tanto físicas como psicológicas. Aceptarán y comprenderán entonces las razones de mi repentina huída, puesto que para un Caótico no hay nada más difícil que perder la independencia"

      Creo que lo anterior explica el problema con mayor claridad de la que yo soy capaz de lograr. Sólo puedo concluir que, tal como se desprende del testimonio de nuestra habitante anónima, los códigos de conducta permitidos en el Caos son diametralmente distintos a los de la Tierra y la justificación de nuestras acciones no es requerida, pues quien las realiza tiene plena libertad de sentir aquello que hace.

CARLA.