miércoles, 28 de septiembre de 2011

(Nirvanadictas)

 Han pasado veinte años desde el lanzamiento inicial del álbum Nevermind de Nirvana y que mejor momento para proclamar nuestra Nirvanadicción. Es cierto, para esa fecha una de nosotras era una bebé, probablemente fastidiosa y malévola –como todos los niños- y la otra no existía pero iba en vías de convertirse en la misma cosa. No obstante, de alguna forma, sin darnos cuenta nos convertimos en vástagos de la generación X. ¡¿Qué generación perdida es esa si existimos nosotros?! Porque si de perdición, desarraigo, rebeldía y todas aquellas características atribuidas a los “X” de las que estamos hablando se trata…lo nuestro es mucho peor.  Vivimos en un limbo eterno, siempre añorando procesos pasados, diciendo “que ganas de haber estado allí”, o “yo debería haber vivido en esa época”, pero al mismo tiempo tratando desesperada y a veces patéticamente de diferenciarnos.  Regañamos contra la moda, contra los estereotipos, contra la comida, contra los yanquis, contra la música de hoy, contra los programas de TV, contra las políticas gubernamentales, contra los comerciales, contra las instituciones religiosas y sus líderes, contra los grupos que se forman en fila y mendigan afiliación; contra el consumismo y nosotros sus víctimas, contra nuestros padres y sus otros hijos –nótese” otros hijos” y no “hermanos”-; alegamos contra  el presente predeterminado, contra el futuro planificado, contra las imposiciones, contra las jerarquías, contra las aristocracias y hasta contra las “democracias”…En fin. Vivimos expresando disconformidad contra cuánta cosa se pose frente nuestro y es que estamos acostumbrados a encontrarnos piedras en el camino, a ser desconfiados, a ser escépticos; pero in the end parece ser que siempre, siempre, terminásemos decidiendo como los bebés que éramos –o íbamos a ser- cuando la generación X, Nirvana y su Nevermind hacían historia.
          

No hay comentarios:

Publicar un comentario